miércoles, 25 de noviembre de 2009

HenRedUs (nosotros las gallinas rojas)

Viento. La hoja no cae, se levanta.
Grito estruendoso, bajo el agua.
Tatuaje de Sol en piel extraña.
Angustia volátil entre aromas de hotcakes y miel.

Orejitas finas y un perfil que te da media espalda.
Vidas encriptadas en miradas bajas y palabras enredadas.
Aprendan ya que para los temblores bastan un par de labios que se separan,
una pupila que se enciende y un cuello que se sonroja.

¿Quieren saber un secreto? Lo que más le costó a la humanidad fue poder amar.

lunes, 26 de octubre de 2009

Naranjas imprimidas (el jugo jugó)

Por una vez. El conrazón se para en seco en ese extante de hielo que lo amamantiene vivo. Un auuuuuullido despierta a las pasiones nocturnas que dormitaban delicadamente como ojos gATÚNos en el bote de Can y Cas. El caballo de alado no es un pegaso, pero la nada nada (de crol y de pecho). El Crol, criatura mitológica se parada evolutivamente del Troll en las é(pocas) de Pangea por decreto de Zeus y a  pesar del berrinche Dionisiaco.  Vamos, es sólo poesía. Po es Ía cuando estás con tento. Sin el tento todo tiento. Hoy es truendo. Es trueno. Se deshace el sigilo crolcroldilesco con ese ¿o?beso gigante que em papá con yo-vi-a la superficie de-dos labios resecos secos ecos cos os. 
¿SiGuess sin verlo? Hoy la vida es la chispita de un fuego artefacial que comienza a subir por celos negros de sí udades luminosas observadas a la distancia por amantes plutónicos, que toman vino satúrnico desde la terraza con vista al uni verso, verso terso del poeta Ociocio.

martes, 29 de septiembre de 2009

Bostezo solar

El Sol, que se ha entretenido con incontables historias de amor,
comienza ya a bostezar ante el meloso espectáculo.
No sabe que a la Luna siempre le ha tocado la mejor parte.

sábado, 8 de agosto de 2009

Especial con queso

Esa imperiosa e incontrolable necesidad de explotar. Estallar, ¡volar en mil pedazos para hacer el amor con mil diferentes mujeres! Que mis labios dislocados besen los labios más carnosos, y que mi nariz se impregne del perfume femenino más sublime de todos. Que mis oídos permanezcan escuchando al corazón más dichoso y mis ojos se queden mirando a la mirada más ardiente en el recorrido de su caída libre. ¡Que mis pulmones se eleven entre las nubes como dos globos aerostáticos y las neuronas de mi cerebro alumbren una ciudad entera! Que mis venas salpiquen su sangre sin remedio, regando los desiertos de este mundo con vida nueva, mientras mi corazón da saltos kilométricos de tórax en tórax. ¡Y quedar así, deshecho, en mil pedazos por siempre, en el más incontenible de los éxtasis!

(Lo que es estar caliente)

lunes, 6 de julio de 2009

El tonto sin manos

-Al principio, fue sólo un dedo.
-¿Por qué?
-Me prometieron cambios maravillosos. Así continué hasta que me corté los nueve restantes de las manos.
-¿Cuál era la promesa?
-Por favor comprende, amigo. Me ofrecieron aumentar mi coeficiente intelectual en un grado por cada dedo que les entregara. Tú sabes mejor que nadie que nunca he estado demasiado satisfecho con mi inteligencia...
-Pero... ¿qué es precisamente lo que tenías que entregarles? ¿Un simple dedo frío y sangrante? 
-Bueno, no exactamente... Una vez terminado el proceso de limpieza de las uñas los sumergía en un tarro de mermelada de fresa y los envolvía en papel celofán. Aunque para el meñique me pidieron un procedimiento especial que probablemente no sea apropiado comentarte...
-¿Y ellos que te daban a cambio?
-Unas pildoritas anaranjadas.
-¿Entonces ahora hablo con una persona diez grados más inteligente que antes?
-En efecto.
-¿Y te has dado cuenta de nuevas cosas?
-Vaya que sí. Ahora comprendo que cometí los diez errores más grandes de mi vida.

Final uno:

-Y ahora, ¿qué piensas hacer?
-Pero hombre, ¿qué no es obvio? ¡Cortarme los dedos de los pies para ver de que otras cosas puedo darme cuenta!

Final dos:

-Sin embargo, esos hombres son bondadosos. Ahora me han ofrecido, gratuitamente, diez pildoritas amarillas que reducirán mi coeficiente intelectual en diez grados.
-Justo como antes... ¿En verdad piensas tomarlas?
-¡Por supuesto! ¡Quiero al menos pensar que no fue un error cortarme los dedos de la mano!

domingo, 28 de junio de 2009

Violín de trapo


Bellos recuerdos lo arropaban en esas madrugadas de desesperanza

Su único abrigo en las noches en que el silencio era el mismo de siempre.

Así se perdía en esas texturas suaves y acolchonadas

Donde su espalda finalmente descansaba de sostener su propio peso.


Qué tristeza que aquel calor no permaneciera durante mucho tiempo.

Pues las memorias son sólo un bulto de trapos e hilachos viejos

Que ya no calientan y sólo enredan al corazón, empapándolo

Con esas gotitas más heladas que el cruel granizo.


Un violín que chillaba a la distancia

Le hacía recordar que en el mundo

Había tristezas más hondas y soledades más vastas.

Así, una noche más, podía conciliar el sueño.


sábado, 13 de junio de 2009

La gran búsqueda

Se asomó por el balcón y le gritó a la primera mujer que vio caminando por la calle: "señorita, ¿quiere usted hacer el amor conmigo?". Y ella dijo que sí...

Buscamos cosas sencillas. Buscamos mantener a nuestro cuerpo funcionando. Sentarnos en la mesa tres veces al día. Saciar la sed con una coca-cola helada. Acurrucarnos sobre la almohada cuando el cansancio aflora y tratar de recordar nuestros sueños al despertar. Vaciar la vejiga y el intestino cuando éstos han terminado su ciclo. Reír con unas cuantas personas que entienden el mundo de manera similar a como tú lo haces, o a lo mejor de un modo tan peculiar y extraño que no pueden evitar ponerte de buenas. Alejarnos de lo feroz y de lo temible. Hacer el amor y dormir al lado de una mujer que no comprende las cosas como tú pero se siente atraída por el modo particular en que las ves: lo mismo pasa al revés. Buscamos no pasar frío ni achicharrarnos bajo el sol, resguardarnos del dolor y entretenernos con juegos ocurrentes y objetos curiosos. Así pasamos nuestros días: buscando. Porque en realidad nadie quiere mucho más. Si alguien encuentra, puede decirse que ese hombre o esa mujer llegaron a esta vida para gozarla.
Pero no es fácil. Las grandes tragedias de este mundo aparecen cuando se pierde alguno de esos elementos (las personas que se van, las vejigas que dejan de hacer su trabajo), o cuando la búsqueda insaciable parece no dar resultados (no siempre hay donantes de vejiga disponibles). 
Precisamente ahí está el enigma de la complejidad humana. La hallamos en toda esa serie de métodos, esquemas, aparatos y proyectos que las personas inventan y llevan a cabo para hacerse de esas cosas necesarias y maravillosas. Algunos con ideas geniales; otros con verdaderos disparates. La cabeza humana no hace más que seguir imaginando. Por eso hay libros, guerras, escusados y comida enlatada. Por eso hay celebridades, acuarelas, gimnasios y crímenes pasionales. Ética, cervezas y salones de belleza. Faldas, vacunas, cumbias, iglesias y chats cachondos (seguramente habrá uno que otro párroco que los frecuenta). Perfumes, bicicletas, tácticas de ligue (de las cuales el párroco es un gran conocedor) y bloqueador solar. Todo con el sencillo deseo de poder encontrar (o atrapar o arrebatar, a veces) esas cosas simples que nos hacen sentir bien.
Así vamos todos, descartando estrategias, refinando tácticas, inventando nuevos instrumentos con la esperanza de que el tiempo nos alcance para tener éxito en nuestra gran búsqueda.

jueves, 11 de junio de 2009

Te lo dije...

Los consejos se hicieron para decirse, no para seguirse. Y los sabios hablaron por milenios enteros mientras la humanidad cometía las mismas torpezas de siempre.

jueves, 28 de mayo de 2009

De viejos verdes y chorritos de licor

Adolescentes. Aquí hay uno presente. En su último año antes de graduarse. Nine-teen. Sí, nada más y nada menos que siete años en la escuela de la adolescencia. Y probablemente me quede un rato más, porque tengo la certeza de que reprobé un par de años.

Adolescentes: criaturas verdaderamente horrorosas. Temibles, abominables: perros con rabia. Gatos con miedo. Gorilas narizones. Piojos sin cabeza que picar. Estrellas con reflectores ficticios, inconformes con la luz que ellas mismas emanan. Pájaros sin jaulas incapaces de volar. Sonrisas chimuelas ultra-blanqueadas.

Hablando lenguajes con códigos rebuscados e inútiles: pero la culpa la tienen todos los que no quieren entendernos. Porque cada uno de nosotros tiene cosas muy importantes que decir: ningún corazón se ha desangrado como el nuestro. No hay soledad que se compare con la de nuestras noches. Nadie con nuestra sensibilidad, con nuestro tacto fino y original. Ni un solo amor comparable con el que nosotros protagonizamos. Convencidos, en fin, de que en algunos años habrá media decena de biógrafos especializados en los sitios en que cayeron los finos vellos de nuestras doradas axilas. 

Pero eso sí: nadie, nadie con nuestros miedos. Alertados por que se olfatee nuestro temor desde la distancia, nos enfundamos en elegantes atuendos o gruñimos con distinción a todo aquel que pasa cerca de nuestro territorio. Miramos con desdén lo que es distinto a nosotros y aprobamos con magníficos aplausos todo aquello que se nos parece. Somos los maestros del circo del absurdo: escuchamos ovaciones desde las gradas vacías y nos cubrimos la cabeza cuando de éstas nos lanzan proyectiles endemoniados. Parados allí en el escenario, sin hacer nada concreto, pensando que quizás alguien entenderá lo sublime del acto de mirarse en el espejo sin interrupciones. 

Basta ya, que seguir confesando las perversiones del grupo al que pertenezco, además de una posible exclusión de éste por parte de mis colegas, conllevaría un interminable listado que uno no está dispuesto a realizar a las dos y cuarto de la madrugada.

Sólo una última advertencia, jóvenes. No alimenten Ilusiones (no le den de comer a esas señoras obesas que engordan y engordan mientras más comida les pones enfrente): no vienen tiempos mucho mejores… Con seguridad acaberemos como descarados viejitos verdes o quisquillosas señoras que vierten con discreción un chorrito de licor en su recatada taza de café vespertino. 

martes, 5 de mayo de 2009

Crecer

Una noche solitaria de tristeza honda.

Si ahora divisara a alguien a la redonda,

pegando un grito al aire le tendría que decir:

amigo, ¡acompáñame que no puedo dormir!

 

Crecer

 

Crecer. ¿Qué es crecer? Esperar en la parada del autobús para que el camión nunca llegue, dar una vuelta inesperada en la gran avenida para detener al microbús que está a punto de seguirse de largo. Emocionarse hasta las lágrimas pero ser capaz de contenerlas, haciendo que tus párpados ligeros puedan sostener mares enteros: agua y sal.

Admirar la sabiduría del viejo sin poder ponerla en práctica, como él mismo no pudo hacerlo en su momento.

Un cielo gris pinchado con alambre de púas, una naranja madura cayendo sobre la hierba verde.

Aventurarse en proyectos que de antemano se sabe, permanecerán inconclusos.

Una indigestión en el corazón y pensar que medio año es ya toda la vida. Temerle a lo que uno ya conoce y ser descarado frente a lo oculto. Balbucear palabras sin poder contenerse, como si cada sílaba arrojada al azar calmara las ansias de la incertidumbre y el pasmo del desconcierto.

Jugar a ser el rey del mundo en el interior de una fiesta, para salir al jardín por un poco de aire fresco y llorar por viejos amores.

Ensayar, hacer de las equivocaciones grandes tragedias y de los pequeños aciertos heróicas hazañas. Permanecer la noche entera en vigilia, aunque se sepa con certeza que el desvelo acabará por causar enormes estragos.

Ser ciego respecto a cualquier proporción o dimensión. Nuestros cálculos son tan sensatos como nuestros deseos y miedos: vemos un incendio voluptuoso en una chispa accidental y decimos del estruendo del terremoto que sólo fue ligera sacudida.

Quemar las cartas cuyas cenizas se guardarán después con recelo y añoranza. Abrir los ojos con extrañeza y ser incapaz de entender porqué no te destroza un meteorito. Desbordarse en silencio o aparentar darlo todo sin entegar un solo latido de corazón.

Encontrar un día que tu alma antes blanda y sin textura tiene ya un par de sutiles e inexplicables cicatrices.

Formar parte de una carrera involuntaria, ser partícipe de una marcha que te arrastra inevitablemente, sin tregua, como si fueras la exhausta manecilla de un reloj incansable. 

Crecer, en fin, es no darse cuenta de que uno está creciendo…



¿Qué más dirías tú que es crecer?