-Al principio, fue sólo un dedo.
-¿Por qué?
-Me prometieron cambios maravillosos. Así continué hasta que me corté los nueve restantes de las manos.
-¿Cuál era la promesa?
-Por favor comprende, amigo. Me ofrecieron aumentar mi coeficiente intelectual en un grado por cada dedo que les entregara. Tú sabes mejor que nadie que nunca he estado demasiado satisfecho con mi inteligencia...
-Pero... ¿qué es precisamente lo que tenías que entregarles? ¿Un simple dedo frío y sangrante?
-Bueno, no exactamente... Una vez terminado el proceso de limpieza de las uñas los sumergía en un tarro de mermelada de fresa y los envolvía en papel celofán. Aunque para el meñique me pidieron un procedimiento especial que probablemente no sea apropiado comentarte...
-¿Y ellos que te daban a cambio?
-Unas pildoritas anaranjadas.
-¿Entonces ahora hablo con una persona diez grados más inteligente que antes?
-En efecto.
-¿Y te has dado cuenta de nuevas cosas?
-Vaya que sí. Ahora comprendo que cometí los diez errores más grandes de mi vida.
Final uno:
-Y ahora, ¿qué piensas hacer?
-Pero hombre, ¿qué no es obvio? ¡Cortarme los dedos de los pies para ver de que otras cosas puedo darme cuenta!
Final dos:
-Sin embargo, esos hombres son bondadosos. Ahora me han ofrecido, gratuitamente, diez pildoritas amarillas que reducirán mi coeficiente intelectual en diez grados.
-Justo como antes... ¿En verdad piensas tomarlas?
-¡Por supuesto! ¡Quiero al menos pensar que no fue un error cortarme los dedos de la mano!